El fideicomiso, a veces descrito como un enigma jurídico, puede oscilar entre lo sencillo y lo complejo, según lo requiera cada situación.
Para desmitificarlo, recordemos una conmovedora escena de la Primera Guerra Mundial. Dos soldados franceses, en las entrañas de una trinchera, confrontan la certeza de la muerte. En este contexto dramático, uno de ellos, al borde de la vida, confía su valioso reloj de bolsillo a su compañero, con la esperanza de que lo conserve y finalmente lo entregue a su hijo cuando la guerra concluya. Este acto, sencillo pero profundo, encapsula la esencia de un fideicomiso.
Desde sus orígenes en el Imperio romano, el fideicomiso se ha caracterizado por su claridad de propósito. En la actualidad, en México, solo los bancos e instituciones financieras seleccionadas pueden actuar como fiduciarios, al igual que el soldado que resguarda el reloj. Estos fiduciarios poseen temporalmente los bienes, pero su objetivo no es otro que el de cumplir las intenciones del propietario original, el fideicomitente.
Existen diversas modalidades de fideicomiso que se pueden adaptar a diferentes fines, siempre que estos sean lícitos y persigan los intereses del fideicomitente. Un uso común de los fideicomisos es la preservación del patrimonio después del fallecimiento. En este caso, el interesado constituye un fideicomiso con un banco para que este administre sus bienes después de su muerte. De esta manera, los bienes pasan a formar parte del fideicomiso y constituyen un patrimonio independiente al del fideicomitente y del fiduciario.
Este patrimonio independiente se rige por una serie de instrucciones que el fideicomitente o sus beneficiarios pueden establecer. Estas instrucciones deben ser legales y son obligatorias para el fiduciario.
Los fideicomisos permiten un mayor control sobre la distribución de los bienes después de la muerte. Esto es especialmente útil cuando los beneficiarios son menores o si la entrega de los bienes debe cumplir ciertas condiciones. Un fideicomiso puede mantenerse en vigor más allá de la mayoría de edad de los herederos. En este caso, se puede establecer el destino de las rentas o los beneficios financieros obtenidos de los bienes. Asimismo, en situaciones donde los bienes no se pueden dividir equitativamente entre los herederos, o si se trata de un solo bien, se puede disponer que el bien se venda al alcanzar cierta edad y que el producto de la venta se reparta entre los herederos.
El uso de fideicomisos anticipa los gastos y agiliza los tiempos que implica la sucesión judicial, un proceso a menudo largo, costoso y emocionalmente agotador. Al transferir la propiedad de los bienes a un fideicomiso, estos no forman parte de la herencia y, por lo tanto, no están sujetos a este proceso. Los fideicomisos también ofrecen privacidad, ya que los detalles del fideicomiso y su distribución no se hacen públicos hasta que los bienes se desincorporan del mismo. Además, en algunos casos, los fideicomisos pueden ofrecer protección contra los acreedores de los beneficiarios.
Sin embargo, aunque los fideicomisos ofrecen numerosas ventajas, es esencial obtener asesoramiento jurídico y fiscal para garantizar que se establezcan de la manera más eficiente posible. Recordemos que el costo del fideicomiso siempre dependerá de las cargas y obligaciones que el fideicomitente imponga a la entidad fiduciaria.
Los fideicomisos son una poderosa herramienta en la planificación patrimonial, cuyo uso eficiente requiere una cuidadosa consideración y planificación.